Pensé que iban a ser 100 metros
Así como el oxígeno destruía los seres vivos primitivos hasta que la vida utilizó este corruptor como desintoxicante, igual la incertidumbre que destruye el conocimiento simplista es el desintoxicante del conocimiento complejo.
Edgar Morin, Los siete saberes necesarios a la educación del futuro.
En breve intro
Todo comienza con esta frase de la consultante, dueña de una empresa, quien ante la primera extensión de la cuarentena hasta el 26 de abril, y que se prometía entonces como la última, me dijo:
Pensé que esto iba a ser un pique de cien metros, pero resultó una maratón.
Me dejó pensando. Imaginé lo que sería pasar de un sprint rápido, para el cual había acumulado energía intensa por medio de un entrenamiento especifico, y sin siquiera disponer de tiempo para cambiarse la remera o tomar agua, debía llegar a los 42195 metros, ¡una maratón entera!
Me pareció una pesadilla kafkiana potenciada, porque cuando la meta se acerca aparecen las dilaciones -“El proceso”- o bien se aleja más aún -“El castillo”-.
Cambiar el aire
Cuando se corren distancias medias y largas, la clave es lograr que se acompase la respiración hasta que llega el salto cualitativo, momento que los corredores llaman cambiar el aire. Si se ha entrenado lo suficiente, es anticipable en qué kilómetro sucederá el punto de inflexión y se lo espera mientras se administra el esfuerzo inicial. Es central la imagen del punto de llegada, porque mentalmente se escande la ruta con momentos predefinidos para ingerir un gel, tomar agua, etc. Los meses, semanas, la jornada previa e incluso la noche anterior, están regulados en un estricto cronograma. Los aficionados a maratones saben también de la pared, una sensación que acontece hacia los treinta kilómetros de la carrera, cuando la mente se ve inundada por mensajes punzantes: ya está, fue suficiente, no sigas más, para que te metiste en esto, no sabés todo lo que falta. Anticipar ese punto, diseñar una agenda mental para cada kilómetro que prevea el tedio, evitar a la excitación inicial que desgaste demasiado, etc. son puntos tan gravitantes como la preparación fisiológica del cuerpo.
Si bien es definible como actividad recreativa, se trata del despliegue de un comportamiento intencional orientado a metas. Es esfuerzo deliberado que ordenada la acción en pos de alcanzar el objetivo, para lo cual la capacidad de la persona se halla comprometida. Es un trabajo, porque el corredor aún sabiendo que hallará displacer en ciertos momentos, se alienta en la gratificación que le depara la superación personal.
A la inversa del refrán en latín, cuerpo sano en mente sana.
La pista indefinida
Uniendo todos los puntos, me encontré ideando un experimento mental. Son los preferidos de físicos y filósofos, ante condiciones que hacen impracticable una experiencia en temas tales como la velocidad de la luz. De ese modo hallan una forma de exponer paradojas y contradicciones. Uno es especialmente fascinante. Es acerca del Yo y de la conciencia, y dice así: si copiáramos la mente de una persona desde su cuerpo a otro diferente, ¿de qué lado quedaría la identidad?
Supongamos entonces que se anunciara una carrera cuya condición fuera que su distancia máxima, a priori, fuera indeterminada y de la cual resultara ganador, como sería de suponer, quien llegara primero. Obligatoria para todos los corredores que desearan seguir compitiendo en el calendario atlético, desde ultramaratonistas hasta corredores de distancias cortas, y donde ni siquiera los organizadores estuvieran informados del punto de llegada, hasta el mismísimo momento de arribo del ganador, ¿no sería desquiciante?
Imaginemos el desconcierto: si alguien corriera muy rápido con la esperanza de que la distancia fuera corta, se agotaría antes de llegar a la meta y si ella fuera muy corta, quien corriera lento apostando a lo opuesto, perdería la oportunidad de llegar con comodidad en un buen puesto. Nadie podría prever distancias medias, donde habría agua, cuándo llegaría la pared, cuando cambiaría el aire, ni cuando administrar gel u otro alimento para reponer energía, etc.
Pregunta: ¿Para quién sería esta carrera más enloquecedora? Respuesta: Para todos, sin ventaja para ninguno.
Los organizadores, sumidos en la ceguera, correrían de aquí para allá a lo largo de un circuito desconocido, relegados a casi testigos del pandemonio desorganizado.
¿Qué consecuencias adicionales imaginamos? Seguramente, gran ansiedad previa, rumores, sospechas, enojo con las condiciones, enfrentamientos y más.
Todo el sistema habrá caído bajo las condiciones de incertidumbre generalizada.
Les creí cuando dijeron que sería un pique corto pero es una maratón y ni siquiera estoy muy segura. ¿Alguien me podría informar?
Viaje etimológico
Incertidumbre entraña la dificultad para decidir si algo es verdadero o falso. Implica moverse en el terreno de la creencia y, por ende, de un saber sin asidero seguro. Uno podría creer (en) lo que quiera o desee, imaginar confabulaciones y fuerzas ocultas, como podría ocurrir en el mencionado experimento mental. Por el contrario, en la certidumbre adquirimos conocimiento cierto de una cosa. ‘Tengo no sólo la creencia, sino la certeza de que vendrá’ [1] Se reduce el margen de probabilidades de que algo suceda o no y nos convencemos de la facticidad de lo que está en juego.
Aunque es provisional, la certeza obtenida por la ciencia dispone de evidencia que debería permitir repetir la prueba y así ratificar o refutar lo previamente obtenido por otros científicos. La ciencia avanza creando certezas aproximativas en una comunidad, que progresivamente reduce la incertidumbre, sin que ella nunca llegue a cero.
La matriz indoeuropea de la palabra certeza arraiga en Krein, una voz que significa cortar, separar y distinguir. De la misma, proviene cribar, como en la acción de separar la paja del trigo. También discernimiento, decisión, crisis y crítica. El prefijo In define la privación. Resulta entonces que en condiciones de alta incertidumbre, se obstaculiza tanto el análisis crítico, como la previsión de cursos de acción y la toma de decisiones. La persona en tal situación, queda inerme, desprovista de futuro, se degrada la vitalidad, mientras la existencia queda en un vaivén entre el pasado y el presente en un sinfín de días sin cambio. Queda cancelada una de las dimensiones más humanas: la proyección al futuro del deseo. No es el futuro neurótico de la ansiedad, sino el terreno fértil de las apuestas creativas y de las aspiraciones. Ni más ni menos.
La incertidumbre es intrínseca a la existencia, donde lo único cierto del porvenir es que moriremos y, hasta entonces, habitará en nosotros el interrogante acerca del destino. El azar juega con nosotros como si fuéramos sus dados. Pero en condiciones como las de esta pandemia, se acrecienta la incertidumbre de una forma casi asfixiante, como en la loca carrera del experimento. Queda expuesto el nervio más sensible: el tiempo de la esperanza.
¿Eran cien metros? ¿Alguien está viendo el punto de llegada?
La disrupción (pan/info)démica
Epidemia es un término griego que significa aquello que está por encima (epi) del pueblo (demos) y por lo tanto se le impone. En la Grecia clásica el pueblo se organizaba, exclusiones mediante, en democracia. La epidemia impone al demos un sino inesperado y desnuda la vulnerabilidad. Irrumpe y desmantela el juego habitual de los vínculos, el poder queda cuestionado y de ese modo la mismísima organización política. Lo epidémico es velo envolvente caracterizado por la incertidumbre. Viene y va a sus anchas, arrastra vidas de manera caprichosa, cuestionando los órdenes simbólicos y de creencias. Con violencia inusitada, incapacita y mata por igual a niños y ancianos, arranca de cuajo a las buenas personas y deja incólumes a malvados y sacrílegos, por lo que ni siquiera Dios queda a salvo.
La epidemia punza desde la cruda biología sin significado, saca a relucir el fantasma del miedo, atiza la angustia existencial y expone el pánico que genera la muerte a destiempo. Así la han pintado muchos autores, como Albert Camus en La Peste, quien la caracteriza como un rayo que separa de los amores, vuelve homogénea la vida y le quita horizonte. Sin querer en absoluto aleccionar -no era ese su estilo- hace de la solidaridad un gesto que no surge desde la vocación de ayuda, sino desde una agitación casi agónica producto de la desesperanza.
Me dijeron que ya terminaba y esperaba descansar. No entiendo cómo seguirá, ni adonde termina.
La perspectiva temporal
Kurt Lewin, el fundador de la psicología social, tras estudios empíricos en cárceles, escribía sobre la relación directa y medible entre el sufrimiento y la incertidumbre, que provocaba en los reclusos la falta de fecha definida para la obtención de su libertad condicional [2]. En la misma nota, el autor procura demostrar el efecto deletéreo que tiene sobre el psiquismo la pérdida de expectativas, que ejemplifica con el lento deterioro anímico de quien ha quedado desempleado. Cuando éste no consigue un nuevo empleo y pierde la esperanza, decae su tenacidad y espíritu de lucha, queda afectada su moral [3].
Siguiendo con el tema carcelario, en el caso de confinamiento solitario -su ferocidad como castigo queda bien graficado en la escena final de “El secreto de sus ojos”- lo peor, según testimonio de los propios internos, no habría sido la falta de contacto social, sino “la incertidumbre sobre cuánto tiempo ha transcurrido” Y acota el autor: “Una vez más, no es una dificultad presente sino ciertas características de la perspectiva del tiempo lo que le da angustia a la situación.”
¿A qué se refiere con la perspectiva del tiempo? A la unidad temporal entre memorias, percepción presente y expectativa futura, que constituye un pilar central de la existencia individual y de la vida social.
La epidemia de fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires, encuentra a Mardoqueo Navarro, un ex colaborador cercano de J. J. de Urquiza, en esta ciudad. Según muchos, habría sido tendencioso y políticamente parcial en sus opiniones, pero se le reconoce de forma unánime haber sido el más certero en la contabilización del total de víctimas. Se conserva su diario [4], donde ha registrado día a día el modo en que avanzaba la epidemia y la cuarentena, las medidas y las críticas al gobierno, la ayuda solidaria de Chile, etc.
Su último registro fue:
“Junio 22. –La epidemia: Olvidada. El campo de los muertos de ayer es el escenario de los cuervos hoy: Testamentos y concursos, edictos y remates son el asunto. ¡¡¡Ay de ti Jerusalem!!!”
Los ricos huyeron tan rápido que dejaron sin llave las puertas de sus palacetes, siendo entonces ocupados por inmigrantes, quienes habían quedado en la calle. Sus pertenencias y viviendas fueron quemadas: ellos trajeron la peste, decían los vecinos a la caza de un chivo expiatorio para semejante tragedia. Navarro afirma que superada la epidemia, queda un tendal de contratos quebrados, una forma sin duda de expresar la destrucción del tejido social que quería atestiguar. Tierra arrasada para todos, excepto para los abogados, que harán su pingüe negocio. Cuando la confiscación de depósitos en el 2001, hacían largas filas en el Palacio de Tribunales. Tras la debacle, hay perdedores y ganadores, más de los primeros que de los últimos, quienes son siempre los mismos.
Byung Chul-Han afirma: “La promesa, el compromiso o la lealtad, por ejemplo, son prácticas temporales genuinas. Hacen de vínculo con el futuro al continuar el presente con el futuro y entrecruzarlos [5]”.
¿Qué sucede cuando el futuro ya no es lo que se había anticipado, los contratos contraídos no pueden ser cumplidos y la promesa, así como todo lo sólido, se desvanece en el aire? Podría ser ésta la forma en que nos está dejando esta pandemia y su correlativa eterna cuarentena.
Nuestro tiempo, cada vez más veloz y cortoplacista, agrega el autor, “aumenta la atemporalidad, reflejada en el ámbito psicológico como angustia e inquietud”
No es la aceleración del tiempo como se suele creer, sino más bien el lento despojo de su unidad vital. La atemporalidad nos cansa, pero en lugar de sumirnos en el sueño reparador, nos impide dormir en paz. La noche hace emerger los fantasmas desde la nada que impone la negrura sin fondo sobre un tiempo que no termina de consumarse.
Epílogo
Al final tuve que abandonar la carrera, me quedé sin energía y perdí de vista al resto de los corredores ¿Alguien me podría ayudar?
Cuando el único plazo previsible es mañana, cuando no es posible esperar otra cosa que el capricho de un virus que no se deja rendir ante la ciencia ni la tecnología -los dioses modernos que habían reemplazado a aquel otro, declarado muerto- la sociedad se revuelca entre utopías de un mundo solidario o distopías de zombies y nuevas normalidades. El futuro ha quedado en jaque y se ha vuelto más incierto que nunca.
La carrera no tiene reglas claras, y por el momento sus organizadores no han podido entender qué hacer sin caer en pensamiento del sentido común, sólo para dar un ejemplo, en la antinomia desgastada entre economía y salud. Quizá sea el momento de utilizar a nuestro favor la incertidumbre, como poderoso desintoxicante [6].
En esa línea, el poeta John Keats hablaba de la capacidad negativa, “aquella por cual un hombre es capaz de existir en medio de incertidumbres, misterios, dudas, sin una búsqueda irritable del hecho y la razón” [7].
No se trata de un ejercicio liviano de verseo, como se dice de un político que promete y no cumple o un orador que llena de palabras el aire, sino de producir -sentido original de poiesis- un modo de leer y actuar en la realidad que vaya más allá de las consignas, y la encerrona de la unidimensionalidad. En esa línea, la medicina, que no es más que un saber tentativo, se tienta demasiado rápido en erigirse en palabra única, cuando la poiesis es más red, conversación, diálogo, diversidad de voces y descubrimiento.
Estamos demasiado embargados de positividad: likes, celebración de lo nuevo, idolatría a los líderes empresarios, el pensamiento sectario, la dificultad de escuchar. Sin elegirlo, este parate exige sumirnos en la negatividad del ser, la falta de horizonte, la exigencia ética del otro, cuando la desesperanza y el dolor podrían ser fuente de crecimiento para uno y la sociedad.
La capacidad negativa, agrega Keats, consiste en sostenerse en el estado emocional caracterizado por la indecisión, la inquietud, la incertidumbre y la tensión que resulta de necesidades internas incompatibles. Y la creatividad no resulta de negar la tensión, sino permanecer en estados conflictivos sin reducirlos.
Remata lapidario: “La apertura de la Imaginación debe imponerse a la voluntad del yo poético de resolver las oposiciones y tensiones”.
Ojalá inspirara a gobernantes y líderes acerca de cómo orientar sus acciones y crecer en la gestión de la complejidad inherente a situaciones como esta que nos toca atravesar.
Mientras tanto la consultante sigue esperando una respuesta cierta.
Ricardo Czikk
Julio 2020
[1] Diccionario María Moliner
[2] Kurt Lewin (1942) “Time perspective and morale”, en Kurt Lewin (1945) “Resolving Social Conflicts” Harpers and brothers, NY.
[3] En general se lo utiliza en su sentido negativo, como en la expresió quedó desmoralizado.
[4] Scenna, Miguel Angel “El año en que murió Buenos Aires (1871) de Editorial La Bastilla
[5] Byung Chul-Han “El aroma del tiempo”
[6] Ver el epígrafe
[7] Carta a sus hermanos de 1817, extraído de Wikipedia.